Música para un cambio de siglo es la que hace Rodrigo Leào. El compositor portugués pone al día esos paisajes sentimentales asociados al cine, las variedades, el cabaret, el circo, músicas populares, melancolías de ciudad, paisajes breves e intensos con sabor a taberna portuaria, a carrusel de atracciones. “O Mundo (1993-2006)” recoge en dos discos una obra sembrada de matices, un recorrido cargado de evocaciones.
Hay temas de estreno. Están esos artistas que tienen todo de compinches en el mismo carromato, Adriana Calcanhotto, Beth Gibbons, Pedro Oliveira, Rosa Passos y Riuichi Sakamoto. Hay un punto de pulsión tanguera en este itinerio taciturno y personal de Leào. Dos preciosidades entrañablemente cercanas son la canciones cantadas en castellano “Noche” y “Pasión”. Rodrigo, que pasó por los grupos Sétima Legiào y Madredeus, despliega un fulgor de mundos paralelos, de intimidades descubiertas como por una atracción fatal. Tiene una habilidad especial Leào para combinar melodías y armonías con orquestaciones que parecen capturadas en el aire de azarosos hechos sucedidos. Un alarde de imaginación para soñadores.
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