miércoles, 28 de noviembre de 2007

políticos y paridas, Carmen Calvo y Durán Lleida


La obsesión en sacar por la tele a unos plastas haciendo paridas –caso de “Gran Hermano”- es una idea que da juego cero. Los políticos, en cambio, haciendo paridas –caso de “El Intermedio”- siempre dan juego. Los primeros en empuñar sus joysticks fueron Carmen Calvo y Durán Lleida. La elección de tal pareja de contrincantes para “Los Debates de El Intermedio” facilitaba el primer chiste, fácil, pero chiste. Los dos son calvos.

“Vamos a conocer el lado más salvaje de los políticos”, nos anunciaron. Tenis y boxeo para que cada uno sacara el animal que lleva dentro. Mi modesta proposición para conocer a fondo lo que se esconde dentro de un político es incluir en el menú de videojuegos el más espectacular: la lucha en el barro con camisetas mojadas. Aunque el combate sea virtual, esta especialidad permite abrir la mente a lo desconocido.

Hay que desconfiar de lo que dicen los políticos, todos. Es de sentido común atender, esencialmente, a sus actos. Lo importante es saber que estrategias van a poner en juego esos seres humanos si llegan a gobernarnos. Carmen Calvo demostró pasión, tesón, competitividad y coraje ganador. No fueron estas las virtudes que adornaron su gestión al frente de Ministerio de Cultura.

Durán Lleida, formidable forma física, concentración y sentido de la deportividad. No se enteró el catalán de que había ganado la partida de tenis. Como la cosa va de enfrentamientos físicos, Durán Lleida no pudo lucir, sin coña, su más noble arte: es el parlamentario que mejor domina el castellano. Carmen Calvo ganó boxeando, y afirmó que esta barbaridad adelgaza más que el tenis. No hubo marrullerías, zafiedades ni tongo. Hay que acabar con tanta candidez.

Publicado en Público

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desconozco a estas alturas el contexto y hasta el pretexto, pero, siendo Carmen Calvo una reputada joyita (marraba hasta cuando hablaba de lo que se suponía experta),el ínclito Durán Lérida -lo escribiremos asín- no es parlamentario que más domine el castellano, ni siquiera relativamente, y mira que era fácil la apuesta, vista la concurrencia. Su decir castellano, siendo inteligible, está tan deformado como suele acontecer en su vecindario. A estos señores les sometía yo a una prueba de nivel B de lengua castellana con ribetes léxicos propios de Burgos, tal como hacen ellos en ocasión simétrica, cambiando Burgos por Vilanova i la Geltrú, o como se escriba.