miércoles, 7 de marzo de 2007

LOS SENTIDOS DEL FADO


Elegante, creativa, inteligente, conmovedora…. Mariza se alza arriba de la ola de esa generación de intérpretes que le ha dado nueva vida al fado. La cantante nacida en Mozambique y llegada a Lisboa a los cinco años, dominadora en plenitud del escenario, explicó en su “portuñol-españolés” que en Mouraira, el barrio donde nació el fado, ella había encontrado su propio camino: “El fado que fue, el fado que soy y el fado que me gustaría ser”.
Lo canta en “Meu Fado Meu”: “De mi pueblo traigo el llanto/ En mi canto a la Mouraira/ Tengo nostalgia de mí”. Nostalgia del lugar mágico donde sus progenitores, padre portugués y madre mozambiqueña presentes en el Auditorio Nacional, pusieron una taberna, donde Mariza empezó a cantar hasta llegar, según dijo, a ser el negativo del positivo que es su madre negra. Una noche de consagración y consumación para que la exquisita y cautivadora cantante rubia le dedicara a su abuela un ritmo popular del Alentejo, en “Feira De Castro”; para nosotros, un familar aire de jotillas con baile incluido de ventolera festiva.
Palabras de admiración y agradecimiento también a su referente estético más luminoso en la interpretación del fado: Carlos Do Carmo. Maravillas de la poesía capturada por la música, versos del que llamó mayor poeta portugués del siglo pasado, Fernando Pessoa, en “Ha uma música do Povo”: “Pero es tan consoladora/ la vaga y triste canción/ que mi alma ya no llora/ ni yo tengo corazón/ Soy una emoción extraña/ un error de sueño ido/ canto de cualquier manera/ ¡Y acabo con un sentido!”. Para erguirse desde el fado tradicional, Mariza bajó al patio de butacas y lanzó su voz a pelo, sostenida sin microfonía por la guitarra clásica de Antonio Neto y la guitarra portuguesa de Luis Guerreiro. Una estampa de lo más flamenca, un puente desde el siglo XIX hasta la modernidad. Todo bellísimo y embargado de emoción: “Maria Lisboa”, “”Primavera”, “Medo”… Todo en su región más transparente: el fado. Dedicatoria a la gran Amália Rodrígues. El miedo no moró en Mariza.
“Ellas crean”. Mariza. Músicos: Antonio Neto, guitarra clásica; Luis Guerreiro, guitarra portuguesa; Vasco Souza, guitarra bajo; Joáo Pedro Ruela, percusión; Paulo Moreira, chelo; Ricardo Mateu, viola: Antonio Barbosa y Antonio Figueiredo, violines. Lugar: Auditorio Nacional, Madrid.


YO MATÉ AL REY DEL MAMBO



Yo me dediqué a esto porque la música me gustaba. No sabía hasta que punto habrían de estirarse mis gustos al acceder al status profesional. Líneas y minutos. El mejor artículo es el que está a tiempo. Normas de obligado cumplimiento si quieres sobrevivir. Somos profesionales. Bueno, por los menos no somos abogados, gente con patente de corso para lanzar filípicas y defender lo que sea conveniente por todo el morro. Saltarse normas de elemental convivencia cuando operan en grupo.Sucedido en los años ochenta. Estoy malo, postrado en la cama. Tengo hepatitis. Llama el redactor jefe: “Oye, escríbete algo, que se ha muerto Pérez Prado”. Allá voy. Vamos chicos al despeñadero. Bonito artículo que me salió sobre el supuestamente fenecido Dámaso Pérez Prado. Mentira cochina. El que murió fue su hermano Pantaleón, que a la sazón le había ganado un surrealista pleito en los tribunales franceses al vivito y coleante Dámaso. Advertí de este hecho de duplicidad de espurios reyes del mambo a mi periódico. El tiempo apremiaba. Maté a Dámaso Pérez Prado, que se quejó en su viva agonía desde México. Tonterías. Tuve que rectificar. Quedé como un gil y fui malmirado, castigado por jerarquías que en todo esto veían negligencia. La mía. Y eso que ya sabíamos que el auténtico inventor del mambo era Israel López “Cachao”. No obtuve perdón alguno por obedecer órdenes.Llamada a cualquier hora: “Oye, que se está muriendo tal y necesitamos tener algo preparado”. Pero –replico- es que a ese artista yo lo conocía mucho y me sentimentalmente no estoy en condiciones…, o apenas lo he escuchado. Respuesta: “Mándanos tantas líneas. Estamos con el agua al cuello”. Algunos que yo maté tardaron más de un año en tomar sepultura. El caso de las necrológicas ante mortem. Los sentimientos que escribí siguen siendo válidos, aunque, eso sí, tan innobles como fabuladores en su momento.Otra cantinela: “Oye, el concierto de esta noche acaba pasadas las venticuatro horas, pero lo necesitamos como límite a las doce en punto”. Tarea imposible pero realizable. Me ocurríó una vez, en Diario 16, que Leonard Cohen saliera, por problemas con el sonido, a escena a la una de la madrugada. Escribí un precioso artículo cuando tan solo había oído los primeros versos de “Suzanne”. ¡Ufff! Y así caen sobre nosotros, los periodistas musicales, tareas sumamente desagradables y falsificadoras,, como el imposible de escribir una crónica de fútbol antes del final del partido, o quién cortó orejas cuando vamos por el tercer toro de la corrida. Hasta un día que un colega no pudo asistir a un concierto de los Beach Boys por enfermedad, y el subdirector del periódico le enfrentó con este reto. “Da igual. Cuenta lo que te parezca. Tú ya sabes”. Y bien que lo sabía. Yo tambien. A veces. Soy un hombre divertido, aplicado y deshonesto. Y todo por una miseria de euros. Estoy que me salgo.