“Y de pronto no estaba el pájaro en la rama”, cantaba Enrique Morente por granaína y el quejío era luminoso. Y de pronto no está Enrique y nos hemos quedado solos, ciegos como los saeteros. Con toda la tragedia de Lorca cargada al hombro, “se cayeron las estatuas al abrirse la gran puerta”. Y ni ojos para llorar, ni aunque nos cortemos la mano derecha… Enrique se ha ido “con un guante mercurio y otro de seda”. Lorca está rebotando por todas la paredes. Y detrás de él, todos los poetas. El flamenco, toda la música y arte en grado de excelencia están llorando flores “de tos colores”.
No le gustaba que le dijeran maestro. Le sonaba como a guasa. Con esa guasa tan suya, porque la vida es tan amable, solía repetir: “Estamos vivos de milagro”. Y más aún, lanzaba con una risilla pícara: “Hemos salido ilesos”. Morente estaba siempre dispuesto a encajar el desastre. La afición no tenemos esa suerte. Adonde quiera que vaya en este viaje, que sepa el maestro que estamos muy heridos, viendo pasar el carrito de la pena. Recuerdo escucharle decir cuando algo se había torcido en el escenario por cosas técnicas: “Perdonar, pero es que también tenemos que arreglar los sentimientos”. Pues en eso estamos, huérfanos y sin consuelo. Esta vez sí que el mundo se ha parado y no va dar otra vuelta.
Hombre de pensamiento paradójico, Enrique Morente enseñaba aprendiendo. Era el cantaor más antiguo y el más moderno, todo a la vez, en orden y concierto. En la última entrevista para el diario Público, cuando la publicación del disco “Morente flamenco” (2009), me dijo: “Soy un cantaor sin identidad”. Quería decir que se estaba encontrando a sí mismo a cada rato. Sabía que su madre cantaba y que él empezó a cantar de chavalín, siendo seise (niño de coro) en la catedral de Granada. La fascinación por el canto gregoriano está en toda su obra, y cómo no, en su disco “Misa flamenca” (1991).
¿Cantando misas Morente?, se preguntará algún desprevenido. Pues sí, pero presten atención a las letras. Son las de ese mismo cantaor “rojo”, de izquierdas cuando ese pensamiento no estaba devaluado. Morente es ese cantaor que protagonizó en el San Juan Evangelista el concierto más breve de la historia del flamenco. Fue la noche de aquella célebre “ascensión” de Carrero Blanco. Antes de la suspensión por la autoridad competente, solo le dio tiempo a Enrique de cantar este fandango: “Pa ese coche funeral/ yo no me quito el sombrero/ porque el hombre que va dentro/ me ha hecho a mí de pasar/ los más terribles tormentos”.
De muy jovencito llegó Morente a Madrid, a buscarse la vida como profesional del cante. Se arrimó a los viejos maestros: Pepe de la Matrona , Bernardo de los Lobitos, Juan Varea… Rafael Romero “El Gallina” le empujó para cantar en los tablaos. Y no paró Enrique de aprender desde entonces. Siempre con la misma interrogante: “¿Nos estaremos equivocando?” Firme en sus acciones y con la duda en el pensamiento, Morente ha sido un faro permanente.
Al igual que otros dos prometeos de su generación, Paco de Lucía y Camarón, Enrique ha estado creando sin cesar, conquistando públicos nuevos, los jóvenes, a golpe de verdad y de arte. Pero en su caso, la cantidad de perfiles es tal que no es extraño que en esta última época anduviera a vueltas con Picasso. Por todas las esquinas veía y vivía Enrique la música. Hiciera lo que hiciera era flamenco, con una suerte de cubismo elevado al cubo.
Los primeros discos “Cante flamenco” (1967) y “Cantes antiguos del flamenco” (1968) ya entregan a un cantaor plenamente formado, un joven de solo veinticinco años que ya está en posesión de los “misterios” del flamenco. El deslumbramiento de la poesía le llega con la obra “Homenaje a Miguel Hernández” (1971). En un mismo año, 1977, publica dos cumbres: “Homenaje a D. Antonio Chacón”, donde reivindica heroicamente al añejo icono, y “Despegando”, con la guitarra hermana de Pepe Habichuela, donde el gran juego de las arquitecturas tonales de Enrique deja pasmado al respetable.
Enrique ha emigrado a tierras mexicanas, donde conoció a los supervivientes del exilio republicano. Y allí, lejos de España, descubre más profundidades de la poesía española. San Juan de la Cruz , Alberti, Machado, Lorca, Bergamín, León Felipe, Pedro Garfías… Y ya puestos, que Cuba queda muy a mano, Nicolás Guillén. La discografía de Enrique Morente, fulgurante y atrevida donde las halla, recoge todas esas sensibilidades, les da una inaugural coherencia. Hasta la carta con las últimas llamadas de socorro de un moribundo y pobre de solemnidad Miguel de Cervantes ha cantado Enrique con una belleza y una veracidad que llenan de gloria.
La música caribeña, la música magrebí, las voces búlgaras, el rock o el jazz, tantos amores ha cortejado Enrique. Y de entre lo más inesperado y gozoso, “Omega” (1996), donde la poesía más rompedora de Lorca y las canciones de Leonard Cohen conviven con la pasión rockera del grupo granadino Lagartija Nick. En estos días de zozobra, he estado escuchando una tras otra las grabaciones de varios conciertos que Morente realizó en el madrileño colegio San Juan Evangelista a lo largo de los últimos veinte años. Ha sido la manera particular de prepararme para lo que todavía no me creo. Enrique Morente se ha ido. ¿Y ahora que hacemos?
Publicado en Público
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12 comentarios:
Muchas gracias Pedro por escribir este artículo lleno de sabiduría en recuerdo y homenaje de nuestro amigo Morente con el que tantos momentos nos hemos emocionado. Viava DON ENRIQUE MORENTE¡¡¡
Gracias, Pedro. Magnífico artículo. Hoy el mundo es más pequeño sin Morente, porque él era muy grande. Quiso el destino que su último cante fuera a los pies del Guernica, un símbolo para no olvidar, para no olvidarle.
Los disparos caen cada vez más cerca, me comentaba Cambra hace poco. Pero lo que hoy nos ha caído es una bomba. Gracias por el texto, cargado de humanidad, como la música de Morente, truncada, sí, pero jamás amordazada. Hoy somos menos libres, sí. La voz de Morente ha muerto en tierra, por favor!, que alguien la lleve a nivel del mar. Abrazos, Pablo Soviets
Un placer leerle de nuevo, Don Pedro, aunque sea por tan desdichado motivo. Sepa usted que siempre recordaré su fantástica crítica ("El Pasmo Torero") del concierto increíble de los Pata en el San Juan... Un abrazo
Un día me regalaste un disco de Morente, Morente Lorca. Desde entonces me ha acompañado su voz, su humanidad y su sabiduría. Suerte que algunos nunca mueren en nuestras pobres almas.
Un beso.
Dia de luto, tiempo confuso, noches en frío.
Abanico negro, de aire encogio.
A mirar p´alante.
M. 32años. Lo peor, es que nadie no encontraremos a nadie que nos enseñará tanto. El último de los clásicos. el primero de los modernos...
E de Enrique M de Morente
E de Estrella M de Música
E de Esperanza M de Maestro
E de Espejo M de Mago y
M de Muerte
Muerte que ya te inmortalizó:
estabas antes, estás ahora, estarás siempre .
Tatis
Amigo Perico, poco a poco vamos perdiendo todos los puntos de referencia.
Un fuerte abrazo de tristeza y rabia.
señor Calvo, gracias por esas preciosas semillas de comunion con el Maestro.Aqui en Francia le debemos mucho a Enrique porque vino , canto, convencio y dejo humanidad, saber, herencia y amistades. se de algunos aficionaos que fueron en la abadia de Fontfoidre hace años a escucharle la misa y que ya no han vuelto. si, ahora , desafortunadamente si. por el camino del dolor que nos deja helado.
ludo
Pedazo de articulo...muchisimas gracias...
Querido Pedro:
Gracias por este artículo... y por los saberes compartidos. Aquí seguimos, "arreglando los sentimientos". Senegalolo
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