domingo, 31 de octubre de 2010
Grandes inventos de la humanidad, por Eduardo Galeano
La puerta giratoria
La puerta que gira fue inventada en Berlín, en 1881, para evitar el frío, el viento, la nieve, el polvo y el ruido.
Más de dos siglos después, sirve también para circular, gira que te gira, entre los negocios, la política y la guerra.
Algunos casos más o menos recientes, en los Estados Unidos:
Robert McNamara encabezó la empresa Ford, donde hizo lo que pudo contra la naturaleza y contra los peatones distraídos, hasta que un giro de puerta lo lanzó a dirigir la matanza de Vietnam, durante unos cuantos años, y culminó su carrera exterminando países desde el Banco Mundial;
Donald Rumsfeld fue jefe de gabinete del gobierno de los Estados Unidos, desde allí la puerta giratoria lo arrojó a una fábrica de Monsanto, la serial killer multinacional, donde legalizó venenos que habían sido prohibidos, hasta que la puerta giró nuevamente y apareció conduciendo la guerra de conquista del petróleo de Irak;
Dick Cheney encabezó el Pentágono en el gobierno de Bush Padre y regaló jugosos contratos militares a su empresa Halliburton, y de ahí pasó al gobierno de Bush Hijo, donde se ocupó de la demolición y la reconstrucción de Irak en beneficio de Halliburton, siempre en el centro de su generoso corazón.
Y el vaivén de la puerta no paró.
A mediados del año 2009, el presidente Obama colocó a Michael Taylor a la cabeza del organismo público que controla los alimentos y los medicamentos que se venden en el país. Taylor ya había trabajado allí. Había sido él quien dio el visto bueno a las hormonas transgénicas para vacas lecheras, que pueden producir cáncer, y había autorizado que esa leche se vendiera sin ninguna advertencia en el envase. Monsanto expresó su gratitud otorgando a Taylor el cargo de vicepresidente de la empresa.
El paraguas
Hace unos dos mil cuatrocientos años, los chinos usaban paraguas de varillas plegables.
El modelo no ha cambiado mucho, pero hay ciertos instrumentos, de uso más exclusivo, que se usan para atravesar las grandes tormentas históricas.
Esos paraguas extraordinarios salvaron a los altos ejecutivos que perdieron sus empleos, durante la crisis que está castigando al mundo.
En cifras redondas:
Robert Eaton, directivo de Chrysler, recibió un consuelo de ciento treinta millones de dólares;
Lee Raymond, de la petrolera Exxon, trescientos cincuenta millones de dólares;
Robert Nardelli, de la constructora Home Depot, doscientos diez millones;
Hank McKinnell, de la farmacéutica Pfizer, doscientos millones.
Lloyd Blankfein, de la financiera Goldman Sachs, no perdió su empleo, pero tuvo que reducir su salario anual, que era de unos cincuenta millones de dólares: lo que le quedó alcanzó para evitar que la crisis lo ahogara.
El semáforo
El primer semáforo funcionó, desde fines de 1868, frente al Parlamento británico.
En nuestro tiempo, otros semáforos, mucho más poderosos, dirigen el tráfico mundial.
En casi todos los países del norte, la luz roja impide la circulación de herbicidas, pesticidas y abonos químicos que contengan abamectina, acefato, carbofurano, cihexatina, endosulfato, forato, fosmet, lactofem, metamidofós, paraquate, parationa metílica, tiram y tricloform.
En casi todos los países del sur, la luz verde da la bienvenida a esos mismos agrotóxicos, venenosos para la salud humana, que los países del norte les venden.
¿Quién maneja los semáforos?
¿Quién gobierna a los gobiernos?
El ascensor
Según dicen, el primer ascensor fue un sillón con roldanas, que el gordísimo rey inglés Enrique VIII inventó, hace siglos, para evitar las escaleras del palacio.
Más modernos ascensores utilizó Silvio Berlusconi para subir hacia el poder absoluto en Italia.
En el año 1984, Bettino Craxi, socialista, presidente del Consejo de Ministros, firmó un decreto-ley que bendecía el monopolio de Berlusconi sobre la televisión privada.
Craxi lo había conocido en un crucero, donde Silvio animaba a los pasajeros con sus chistes y sus canciones. Atraído por su insuperable vulgaridad y su extraordinario mal gusto, Craxi le juró amistad eterna y eterna televisión.
La tele fue el principal ascensor de Berlusconi hacia el poder político. El fútbol también ayudó, desde que compró el club Milan y ganó varias torneos. Electo y reelecto varias veces por el voto popular, ejerció el gobierno de Italia y del Milan, se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo y en el campeón mundial de la impunidad, atravesó invicto una infinidad de procesos judiciales y no estuvo ni un solo día preso, mientras convertía sus vicios en admirables virtudes y sus estafas en hazañas dignas de aplauso.
El chivo expiatorio
Según antiguas tradiciones religiosas, un macho cabrío cargaba los pecados de todos y era castigado con la expulsión al desierto.
Esa invención ha servido y sigue sirviendo para descargar sobre espaldas ajenas la responsabilidad de nuestras desgracias y nuestras culpas.
Algunos pueblos, como por ejemplo los judíos y los gitanos, vienen trabajando de chivos expiatorios desde hace mucho tiempo.
A mediados del año 2008, la revista italiana Panorama, que pertenece a Berlusconi, tituló, en portada: Nacidos para robar.
Se refería a los gitanos; y según las encuestas, la opinión pública coincidía con este veredicto genético.
Poco antes, Alfredo Mantovano, viceministro del gobierno de Berlusconi, había desarrollado la idea, en la televisión de Berlusconi:
–Los gitanos son una etnia inclinada al robo y al secuestro de niños.
O sea: ladrones y, para peor, ladrones de niños.
La Justicia italiana no había comprobado la veracidad de ninguna denuncia de secuestro de niños por gitanos; pero ese detalle carecía de importancia.
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-150601-2010-08-03.html
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