miércoles, 24 de marzo de 2010
Mari Boine, una voz en el iglú
“Pensar en todo como un todo” es la base del conocimiento y representación del mundo de la cultura sami: el pueblo de Mari Boine (Finnmark, Noruega, 1956). La cantante pertenece al mundo sami (forma no contaminada de denominar al pueblo lapón) y pertenece a la “modernidad” occidental. De esa contradictoria convivencia nace su música. Educada rigurosamente en el cristianismo, lo primero en llegarle fueron los himnos religiosos. Después la inmersión y la investigación del canto y los ritmos chamánicos de los sami. "Empecé a finales de los 70, principios de los años 80, y creo que empecé a cantar y hacer música como una terapia para mí. No me planteaba ser artista; a veces, cuando estoy de gira, pienso que es una locura”, explica Boine.
Al igual que cualquier otro joven de su generación con radio, tocadiscos y televisión, Mari Boine entró en contacto con el “folklore global” del pop y el rock. Su interés por las letras encontró una puerta abierta a su propio mundo al cantar “Working Class Hero”, de John Lennon. Un estado de contradicciones y emociones encontradas que Mari describe: “Los colonizadores trajeron la cristiandad y dijeron a los sami que tenían que olvidar su religión primitiva, y la música es parte de esa religión. Mucha gente de la generación de mis padres no acepta la música, dice que es música diabólica que cantas cuando estas borracho; los colonizadores también trajeron el alcohol".
Mari Boine se expresa desde el joik, una forma de cantar que tiene su sentido en la relación que los sami establecen con la naturaleza. Su música enlazó con la onda de la canción protesta y la denuncia de las amenazas ecológicas. Los lenguajes empezaron a trenzarse. Al canto joik y los tambores de los rituales chamánicos se unieron los sonidos electroacústicos del pop-rock y los horizontes aportados por la world music. Este último circuito de las músicas del mundo marcó el futuro Boine. Empezó a actuar en los conciertos multiculturales de la marca Real World, el proyecto impulsado por Peter Gabriel. El sello “Real World” publicó su disco “Gula Gula” en 1990. El público global interesado en este tipo de propuestas descubrió Mari y el álbum tuvo éxito. El saxofonista Jan Garbarek, un caballero noruego de la aventura desde la escena del jazz, contó con la voz de Mari para su disco “Twelve Moon” (ECM, 1992). La música de Boine también encontró en el teatro otra forma de expresión. Toda una alquimia que ha ido evolucionando con cada giro del destino. La guitarra de Roger Ludvigsen está con Mari desde los comienzos.
Mari Boine transmite su verdad desde la música de trance con tejido sonoro multicultural o desde las salmodias con la voz a pelo. Esa música parece que puede tocarse. Y ahí está su magia, porque la música es el arte de la belleza invisible.
Próximo concierto de Mari Boine: 25 de marzo, Sala Clamores
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