Estrella Morente, esa estampa que devora, cantó con su ángel, su delicadeza. Pero las sutilezas de esta maravilla del Albaicín debieran ser mejor mimadas por los arreglos musicales. Repertorio largo, para lucir esa voz privilegiada. Y el fragor guitarrero metiendo bulla. A cuento de qué ese comienzo blusero del tango “Volver”. Menos mal que Estrella canta de maravilla, porque si no acabamos con Gardel torciendo el ceño. Igual pasó con el bolero “Nostalgias”, que la voz quedó encofrada de guitarras.
Hubo bulerías, alegrías, granaínas, soleá, tangos de la casa, y también, aquella popular “Estrella” que compuso el padre en los cambiantes años 70. Enrique se niega cantarla hoy. Estrella se saca la espina. Es una cantaora sin parangón, con esa magia escénica. Esa planta que echa el resto hasta cuando deja caer el abanico. Si la guitarra acompaña sutil, Estrella se lleva el mundo por delante. Sola, desnuda de rasgueados a toda presión, la voz cayó del cielo para cantar los terrenales pregones de El Niño de la Mora. Hubo fiesta final arrebujando a la Negra Tomasa con el “Kimbara,, kimbara, kumba, kimbambá…”, de Celia Cruz, y el cubaneo “Curricuchí, cuchí, cuchá…“, del patriarca. La familia Morente estaba casi al completo encima del escenario.
Bienal Málaga en Flamenco´07. Playa del Palo, Málaga.
Lo mejor, en grado absoluto, es imposible localizarlo. Pero una de las mejores músicas que pueden escucharse es la que hacen Chano Domínguez, Jorge Pardo, Carles Benavent y Tino Di Geraldo. A la orilla de la playa, las olas del mar rompían a tiempo, también a medido contratiempo, milagro de la madre naturaleza, se mecían por tangos con los compases de “Yo sólo quiero caminar”. “Siete de Paco”era una noche de ofrenda a Paco de Lucía, recordando el temario del genio de Algeciras, recreado por Chano Domínguez y Jorge Pardo en el siglo pasado.
Lógico era prever que se fueran sumando, Carles Benavent y Tino Di Geraldo, dos miembros insustituibles del mítico sexteto de Paco. Y de guinda el cante de Chonchi Heredia. La etiqueta de flamenco jazz no hace justicia a estos músicos estratosféricos. Se queda corta. Todos han desarrollado una expresión propia. Tocan de locura, sobrados, serenos, sabios, plenos. Sólo ellos pueden hacerlo así de perfecto.
Bienal Málaga en Flamenco´07. Chano Domínguez, piano; Jorge Pardo, flauta y saxo; Carles Benavet, bajo; Tino Di Geraldo, batería; Chonchi Heredia, voz. Plata del Palo, Málaga.
“Camaroneando” se llamaba la faena de Tomatito. Y también fue uno de los siete homenajes que hace la Bienal de Málaga a Paco de Lucía. Todo un poco redundante. Porque Tomatito fue escudero de Camarón durante tantos años, porque su guitarra sería imposible sin el magisterio de Paco, porque el gran tocaor de Almería tiene una deuda a primera sangre con los dos genios. Tomate “camaronea”, y “paquea”. Si no fuera así, este Tomatito que admiramos sería otro. Nos lo habrían cambiado.
A la Playa del Palo, con el mar por telón de fondo, se fueron los flamencos. Era de día cuando Tomate salió a escena por alegrías. Vimos caer la tarde, oscurecerse el día, llegar la noche. Un piloto a bordo de un parapente motorizado sobrevolaba el escenario. Eso fue cuando los cantaores abordaban los carismáticos tangos: “Yo soy gitano,/ y vengo a tu casamiento,/ a partirme la camisa,/ la camisita que tengo”. Había hecho José Fernández Torres una primera parte por esa vereda suya que ha encontrado su camino tirando por el Paco. Soniquete victorioso, picaos vertiginosos, rasgeados centelleantes, falsetas matadoras, ya sea en la minera o en la bulerías, todo pasma en la guitarra de Tomatito. Echándole coraje y melena al viento, José Maya bailó dando espectáculo.
La segunda parte de la velada estuvo consagrada al compás, a los tangos y bulerías. Hay genuina fiebre camaronera en el cante de Potito, tiene un punto de la locura que era cósmica el genio de la Isla. Morenito de Illora se rebuscó a fondo hasta encontrar las palabras justas de la expresión camaronera. “Que yo estaba muy malito en mi cama/ Ay, y avísale a un doctor/ que me quitara las fatigas que yo tengo/ dentro de mi corazón”. Y las penas se rompieron en fiesta: “Sácala, sácala/ sácala, sácala/ sácala ya/ que la viá domá, que vi´a domá…”
Bienal Málaga en flamenco 07. Tomatito. Músicos Cristóbal Santiago, Bernardo Parrilla, Lucky Losada, José aya, Potito, La Tana, Morenito de Illora y Angeles Torres. Lugar: Playa del Palo, Málaga.
“La vida ha sido dura, ha sido buena y mala... Si a mí lo que me gusta es ver a Fred Astaire bailar, y ver comer en la pantalla. Como tenía tanta hambre yo de niño, me fijaba en los pies de Fred Astaire, y en el pollo”, declama José Luis Ortiz Nuevo con astroso traje de diseño, en pantalón corto. El director de la Bienal Málaga en Flamenco 07 también es actor. Y de los muy buenos. Ortiz Nuevo también es sabio, del flamenco y de la vida, de la poesía. Se ha fijado en la vida y milagros del septuagenario bailaor malagueño José Losada “Carrete”, ha caído en la cuenta de que se podía montar una cómica y humanísma tragedia, un musical flamenco con espejo en Broadway. Cada cosa en su sitio ha sido colocada por la sobrada sabiduría de la directora escénica Pepa Gamboa. ¡Cuánta explosión de talento, de arte! ¡Qué celebración de la vida!
El fondo del escenario es una pantalla de cine. Fred Astaire baila en blanco y negro “Puttin´ on the Ritz”. Frac, chistera y bastón, excesivo baila Carrete. Esa dulce fiereza, ese Antonin Artaud gitano. Luego sale un trigal en la pantalla. Juan José Amador, enorme en su discreción, hace unos cantes por seguiriya. No voy a desvelar los gozos secretos de este espectáculo rompedor y nuevo, que hay que ver una, cien, mil veces. Como los peliculones de Hollywoood. “A mí me ha criado la policía. Yo me he criado en los reformatorios, que me metían preso donde los niños de la misericordia”, declama con la mirada transida Ortiz Nuevo. Luego, el poeta de Archidona, el director de la Bienal, se va a poner a bailar, con toda su maravillosa cabeza metida en una cubeta de champán.
Los más jóvenes y guapos del cuadro bailan “Check to cheeck”. El poder de la palabra: “Decía un periódico de Oslo que la fuerza mía de los pies me salía eléctrica por la cabeza. Y nos llevaron a palacio, a la boda de la princesa”. Todos llevan pelucones de época, trajes de la realeza. Suena “Pennies from heaven”. Los billetes caen del cielo. “Me eché una novia americana. Ella tenía 70 años y yo 17, una mujer riquísima, riquísima…Me daba la americana 100 dólares”, cuenta Ortiz Nuevo antes de vestirse de monja de los niños de la misericordia. Antes de que todos bailen, con chistera y bastón, entrado y saliendo de la pantalla, con el ballet de Fred Astaire. ¡Qué espectáculo tan del tuétano, tan total!
“Yo no sé la edá que tengo”. José Losada “Carrete”, baile; José Luis Ortiz Nuevo, actor. Juan José Amador, Laura Román, Juan Requena, Diego Suárez y otros; cante, guitarras y piano. Lugar: Teatro Cánovas, Málaga
La voz de Enrique Morente cubre ya dos siglos. Y en su espectáculo “De Juan Breva a Pablo Picasso”, esa voz retrocede en el recuerdo hacia el siglo XIX, donde naciera en Vélez-Málaga el cantaor Juan Breva, artista que dio cuerpo a la malagueña, artista que cobraba su caché en oro, cantaba en los palacios para Alfonso XII, actuaba a diario en tres cafés distintos de Madrid. Juan Breva murió pobre; su entierro lo pagaron sus amigos a escote. De Juan Breva, Lorca escribió. “Era la misma pena cantando detrás de una sonrisa…” Fue el primer cantaor de la historia del flamenco que nos dejó grabaciones, allá por la muy moderna primera década del 1900.
Con este espectáculo Enrique Morente inauguró la Bienal Málaga en Flamenco 07, cumbre de eventos flamencos que se prolongará ininterrumpidamente durante cuarenta jornadas. A Morente le precedió en el escenario la Panda de Verdiales de Los Romanes, que practican la variante folklórica del género en el estilo Comares. Morente salió por verdiales y sacó por malagueñas esa voz suya que se crece en infinitos. En esta noche, con la voz condecorada por la poesía de María Zambrano, Alberti o Lorca, Enrique colocó en la salida esta letra:
“Aunque vayas y te bañes donde se bañó el león no se te quita la mancha que de mí se te pego”.
Y luego se fue por sus alas, queriendo volver, pidiendo que le dejen ser amanecer.
Una viva llama en las cabales, donde Enrique pidió calma a un alborotador aficionado trepado a las alturas de la muralla, donde recordó a Cecilio, aquel otro aficionado que tanto se hizo notar en vida.
María Zambrano fue poeta, filósofa y ensayista; nacida en Vélez-Malaga, viajera por medio mundo, exiliada. Zambrano, antes del exilio, con la suerte ya echada a favor de los militares sublevados, volvió a España tras la caída de Bilbao, y preguntada por qué volvían ella y su esposo si la guerra estaba ya perdida, su respuesta fue: “Por eso”.
Enrique interpretó el bello poema de María Zambrano “El agua ensimismada”, armonizado por Pat Metheny para el disco “Morente sueña la Alhambra”:
“Ensimismada ¿piensa o sueña? El árbol que se inclina buscando sus raíces el horizonte, ese fuego intocado ¿se piensan o se sueñan? El mármol fue ave alguna vez, El oro llama; El cristal aire o Lágrima ¿Lloran su perdido aliento? ¿Acaso son memoria de sí mismos y detenidos se contemplan ya para siempre? Si tu me miras, ¿qué queda?”
Tremenda la seguiriya. Y estremecedora la lectura y los cánticos de agónica rabia en la carta que Miguel de Cervantes escribió al Conde de Lemos, pidiendo ventura en sus últimos momentos. Amenazaba lluvia en la noche al raso. Y Enrique sólo dio una propina: la rueda por martinetes. El sonido no fue bueno. La voz de Morente se comió todo.
Bienal Málaga en Flamenco 07. Enrique Morente. Músicos: David Cerraduela y El Monti, guitarras; El Bandolero, percusión; Angel Gabarre, Pepe Luis Camona y Enrique Morente hijo, coros y palmas. Lugar: Plaza de la Constitución, Vélez- Málaga.
Más allá de los confines de la palabra, más todavía en la condición humana, aparece el idiota. Hasta hace poco cada lugar, cada pueblo tenía el suyo. Y arriba en los palacios no podía faltar, junto con el enano y algunos otros “anormales” de esos que hablan, gesticulan., miman. Mientras que el idota nunca gesticula, porque no expresa, no se expresa. Y no mima porque no representa nunca nada, ni a nadie, y menos aún a sí mismo…
Está solo aun entre la gente, aunque le hablen o le ofrezcan algo que él acepta indiferente, con la cortesía del ciego que acepta y aun agradece el regalo de una lámpara. Y a veces se le ve con una manzana que no acaba de morder y que se le escurre entre las manos. Ningún perro le sigue en su vagabundear, pero es corriente que se paren ante él, y aun hay algunos que se le acercan como en acto de reconocimiento…
Un hombre, pues, pero que no se conduce humanamente, ya que su medio no es la historia, ni la sociedad. Tampoco puede por tanto presentarse como individuo, siendo un caso de extrema individualidad. Y tampoco es ninguno, ni lo que se llama un nadie. Es uno; puro habitante del planeta y, más que del planeta, de éste que no acaba de serlo propio, del sistema solar…