jueves, 15 de octubre de 2009

¡Qué vuelvan los tambores al Retiro!



Esto es lo que ha prohibido el Excrementísimo Ayuntamiento de Madrid. Coartadas de la municipalidad: contaminación acústica, denuncias de los vecinos, tráfico de drogas, vibraciones que ponen en peligro al monumento...

El contenido básico de este artículo, sin las menciones expresas a Gallardón y el Ayuntamiento, fue escrito a petición de la revista Madrid En Vivo para dar respuesta a la pregunta ¿Por qué hay que ir al Festival de Jazz?. Pero aconteciendo que me piden que suprima la mención al tema de los tambores (menuda cara dura que tiene ahora la censura), pues he tenido que responder YO PASO. El artículo era un favor que yo hacía, era gratis, no pagaban. La censura ya no sale gratis. Aquí y ahora reproduzco el tema del jazz y los tambores como me da la gana y señalando con el dedo. Y que les contaminen bien contaminaos con la derbouka.
Saludos amigos
Torrotrón


Se acabaron los tambores en Parque del Retiro: mal asunto. ¡Qué hubiera sido del jazz sin los tambores! Si el Rey de África y los Virreyes de las Colonias del Nuevo Mundo hubieran prohibido el djembé, el bongó y las maracas en los parques temáticos de la trata trasatlántica y las haciendas indianas (intentos hubo), los esclavos habrían tenido que montar la fiesta dando palmas. Las vueltas que hubiera dado la historia: en los burdeles de Nueva Orleáns habrían tenido que bailar por bulerías. Y los negritos zumbones del Misisipí, para su pasmo y el de Triana, en vez de alumbrar el jazz, habrían tenido que inventarse el flamenco. Mandan tocar silencio a los tambores del Retiro: mala idea.

La empatía es una buena razón para acudir al Festival de Jazz de Madrid que comienza en noviembre. Es cuestión de oídos solidarios, de humanidad, de supervivencia. Es cosa de recordárselo al señorito Ruíz Gallardón, campeón de las corazonadas, emperador de la tuneladora, faraón de la pijastronería, gran khan de la carcundia. El reino de este mundo pinta mal sin el latido del tam-tam. Compruébenlo este otoño en que, sin conga ni pandero, ya no bailan ni el oso ni el madroño. Escuchen a Joe Lovano soplando cosas de Caruso y de Sinatra. Pasen al fabuloso mundo de Kind of Blue con Chano Domínguez, Jimmy Cobb, Wallace Rooney o Roy Hargrove. Déjense enamorar mientras Dianne Schuur y Cassandra Wilson cantan a su manera el american songbook. Échenle unas rosas a Marcus Miller cuando se vista con la púrpura de Miles Davis para honrar al obispo Tutu. Asómense a la intensidad interior de Brad Melhdau con el piano. No se pierdan a Madeleine Peyroux, que quizá deje resbalar por el blanco hombro aquellas morenas pieles de Lay Day. Acudan a la llamada del jazz. Y no se olviden de pedir que vuelvan los tambores.

Este video habla por si mismo. Algo hermoso en toda esta fea historia.

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