viernes, 29 de octubre de 2010

Hugo Blanco: "Ahora que ya no hay burocracia soviética, ¿para qué ser trotskista?"






















"Alan García es un servidor de las multinacionales"

Hugo Blanco. Líder indígena campesino peruano. Dice que su lucha es más fuerte que nunca por las agresiones del neoliberalismo
ISABEL COELLO MADRID/Público 10/10/2010


Dirigió revueltas campesinas en los sesenta, fue guerrillero y, tras su detención, sólo una campaña internacional evitó su condena a la pena de muerte. Hugo Blanco ha sido uno de los líderes campesinos indígenas más significativos de Perú. Deportado en tres ocasiones, regresó a su país en 1978 y fue diputado en varias legislaturas. Hoy, a sus 76 años, sigue vinculado a los movimientos más reivindicativos. Está en España invitado por Izquierda Anticapitalista.

¿Cuál es la situación de los indígenas en Perú?

En Perú y en otros países de América Latina los indígenas están a la vanguardia de los derechos del medio ambiente. Las principales luchas en Perú son por ese motivo. Hay luchas salariales, pero son menores, más urbanas. La resistencia indígena está durando más de 500 años, desde que comenzaron a ser aplastados, pero ahora se nota más porque es fuerte su lucha, porque nunca ha sido tan fuerte el ataque contra su vida.

¿Cómo se da ese ataque?

De muchas formas. Minas a cielo abierto, presas hidroeléctricas, empresas de extracción de petróleo, tala de la selva para plantaciones agroindustriales o ganadería. Todo lo que mata la selva, los mata a ellos. Todos los indígenas son agredidos por el neoliberalismo.

¿Qué batallas han ganado?

Ha habido algunos triunfos. Pensaban abrir una mina de oro y la población votó en un plebiscito "vida sí, mina no". Claro que la mina ofrece maravillas: trabajo, plata para escuelas, pero la gente ya no se deja engañar. El Gobierno mandó policías. Era una empresa canadiense, y los ecologistas canadienses comenzaron a desprestigiar el proyecto, hasta que la compañía se retiró. Otra empresa de India iba a destruir una montaña sagrada para los indígenas, igual que en la película Avatar. Ellos estaban decididos a luchar hasta la muerte. Pero grupos como Survival hicieron campaña y el Gobierno indio retrocedió.

¿Hay riesgo de que se repitan sucesos sangrientos como los que enfrentaron en 2009 a indígenas y autoridades en Bagua?

Hay peligro de que haya incidentes de ese tipo. La gente no se rindió. Fue un malévolo ataque del Gobierno. Mataron como a 200 indígenas, aunque el número oficial es sólo de 10. Y los indígenas mataron a algunos policías. El Gobierno acabó por retirar los dos proyectos más nocivos, pero el presidente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana está perseguido.

¿Qué opina de las políticas de Ecuador y de Bolivia?

Supusieron grandes triunfos. La gran base que los impulsó [a Rafael Correa y Evo Morales] fueron los indígenas. Sus constituciones hablan de Estados plurinacionales. Leyes como la de autonomía indígena en Bolivia son avances. Pero pensamos que esos gobiernos deben ser consecuentes con sus constituciones. En Bolivia, si se quiere abrir una zona de extracción, hay que consultar a la población indígena, y a veces Morales es inconsecuente con eso. Y en Ecuador, el Gobierno continúa con la misma política centrada en las industrias extractivas de anteriores gobiernos. Estamos contra esa incoherencia.

¿Cómo valora el Gobierno de Alan García?

No es un gobierno contradictorio. Es un servidor de la empresas multinacionales y cumple esa misión. A veces usando la violencia, encarcelando a la gente, pero es consecuente con eso: depredación de amazonas, impulso a las agroindustrias, ataque a las comunidades indígenas

En Lima se cuenta voto a voto para decidir si por primera vez en más de 20 años la alcaldía queda en manos de la izquierda.

Sería una buena noticia, un paso adelante, pero no va a tener un resultado significativo en el deterioro del medio ambiente en el interior del país.

¿Cómo ve el escenario cara a las elecciones legislativas de 2011?

Da igual quien gane. Va a continuar siendo un Gobierno neoliberal. Quizá no tan sanguinario, pero un Gobierno de las multinacionales. Nosotros planteamos "Alberto Pizango presidente" para mostrar la importancia que tiene la lucha amazónica. ¡Pero probablemente no logre ni inscribirse! [Pizango está en libertad condicional pues está encausado por los sucesos de Bagua]

¿Sigue siendo trotskista?

Soy y no soy trotskista. Lo soy porque Trotsky dijo que si la burocracia soviética no era derribada por los trabajadores iba a ser derribada por el capitalismo, y eso ocurrió. Trotsky decía que no había trotskismo, que lo que llamaban trotskismo era la defensa de los principios del marxismo y leninismo contra las deformaciones que hacía la burocracia soviética. Ahora que ya no hay burocracia soviética, ¿para qué ser trotskista? (Risas) Por supuesto sus enseñanzas me sirven y las utilizo. Pero al joven de hoy no le voy a estar diciendo que si el trotskismo, que si el leninismo. ¿Qué tiene que ver él con estas cosas del siglo pasado? ¿Qué le interesa? Hay que hablar de la defensa del medio ambiente. Si él está por esa lucha, yo estoy con él. No necesito que se diga: "Sí, creo en san Trotsky". A mí me sirve, uso la metodología y todo, pero no voy pregonando trotskismo.

En Perú y Guatemala los líderes sociales sufren una creciente violencia contra ellos. ¿Se siente seguro?

Me deportaron tres veces y me exilié una, porque supe que estaba amenazado de muerte, tanto por el servicio nacional de inteligencia como por Sendero Luminoso, y si no me mataban de un lado me mataban de otro. Cuando la cosa se calmó, volví al Perú y luché por la expulsión de Fujimori. Ahora no hay peligro de que me encarcelen, pero pueden matarme en cualquier momento. Pero, ¿qué voy a lograr teniendo miedo? No gano nada. Prefiero seguir trabajando.

Eduado Galeano escribe sobre el activista campesino:

Hugo Blanco ha caminado su país al revés y al derecho, desde las sierras nevadas a la costa seca, pasando por la selva húmeda donde los nativos son cazados como fieras. Y por donde pasaba, iba ayudando a que los caídos se levantaran, y los callados dijeran.

Las autoridades lo acusaron de terrorista. Tenían razón. Él sembraba el terror entre los dueños de la tierra y de la gente.

Durmió bajo las estrellas y en celdas ocupadas por las ratas. Hizo catorce huelgas de hambre. En una de ellas, cuando ya no aguantaba más, el ministro del Interior tuvo un gesto cariñoso y le envió, de regalo, un ataúd.

Más de una vez, el fiscal exigió la pena de muerte, y más de una vez se publicó la noticia de que Hugo había muerto.

Y cuando un taladro le abrió el cráneo, porque una vena estalló, Hugo se despertó con pánico de que los cirujanos le hubieran cambiado las ideas.

Pero no. Seguía siendo, con el cráneo cosido, el mismo Hugo de siempre.

Sus amigos estábamos seguros de que ningún trasplante de ideas iba a funcionar. Pero sí temíamos que Hugo despertara cuerdo.

Y a la vista está: él sigue siendo aquel loco lindo que decidió ser indio, aunque no era, y resultó ser el más indio de todos.



Semblanza de Hugo Blanco
Fuente: Revista Herramienta

Hugo Blanco nació en Cuzco, en 1934. Dirigente histórico de la lucha campesina peruana y de la izquierda revolucionaria latinoamericana, fue protagonista fundamental de la inmensa insurrección de los/las pobres del campo en los valles de La Convención y Lares que impuso de manera singular una Reforma Agraria surgida desde abajo. Luego de sus tempranas rebeldías cuando era estudiante secundario, viajó a la Argentina para estudiar agronomía al promediar los años 50. Asumió su compromiso militante en la ciudad de La Plata, donde se ligó a la organización trotskista que publicaba el periódico Palabra Obrera. Pasó entonces de la universidad a una fábrica, en realidad a su primera escuela de formación política como revolucionario. Volvió al Perú y se incorporó a la lucha campesina en 1958. Su rol fue decisivo para el fortalecimiento de los sindicatos campesinos y el desarrollo de su movilización, el impulso de la toma de tierras y la conquista de la Reforma Agraria, resistiendo la represión del Estado y de los gamonales incluso con acciones armadas. Lo que ocurrió en los valles de La Convención y Lares, entre fines de los años 50 y principios de los 60, fue el inicio de una verdadera revolución agraria. Perseguido por los poderes fue capturado en mayo de 1963. Tres años después fue juzgado por un tribunal militar que intentó condenarlo a muerte. Una inmensa solidaridad nacional e internacional hizo que le conmutaran la pena por 25 años de prisión. A principios de los 70 fue liberado mediante una amnistía por el gobierno militar nacionalista de Velasco Alvarado, recibiendo la oferta de participar en su gestión. Rechazó tal ofrecimiento, con lo cual sufrió su primera deportación en 1971. Después sufriría dos deportaciones más. En 1978 fue elegido para la Asamblea Constituyente. En 1980 asumió como diputado y en 1990 como senador. Este último mandato fue interrumpido por el autogolpe de Fujimori de 1992. Su inmensa trayectoria, sin embargo, está plasmada en su lucha extraparlamentaria. En las movilizaciones y en las huelgas de ayer y de hoy, en los Andes y en la Selva, Hugo Blanco sigue transmitiendo una invalorable experiencia acumulada en un recorrido que supera 50 años de lucha indoblegable.

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