domingo, 22 de marzo de 2009
hablando en plata
Mi coño es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de mis piercings son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con sus labios, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Coñito?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra... Cuando paseo con él al descubierto, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
— Tiene acero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.
sábado, 21 de marzo de 2009
ébano y ominoso
Mi coño es grande, pelado, áspero; tan duro por dentro, que se diría todo de piedra, que no lleva músculos. Sólo las perlas de nácar de sus colmillos son blandas cual dos peces de luz blanca.
Lo dejo quieto y se sale del agua, y topa fríamente con sus dientes, desgarrándolas con fuerza, las algas verdes, oceánicas y oscuras... Lo callo brutalmente: "¡Coñazo!", y huye de mí con un resbalar triste que parece que llora, en no sé qué ruido material...
Regurgita cuanto le quito. Le disgustan los cocos plátanos, los dátiles silvestres, todos de brea; las brevas pálidas, con su caliza baba de resina...
Es arisco y descuidado igual que un perro, que una perra...; pero débil y húmedo por fuera, como de agua... Cuando me detengo con él oculto, los días laborables, por las grandes avenidas de la ciudad, las mujeres de la calle, desnudas de suciedad y estrechas, se tapan los ojos:
— Tiene flujo...
Tiene flujo. Flujo y ébano de estrella, al mismo tiempo.